Por Santiago Remón
Es altamente probable que, si estás leyendo esto en este momento, sin importar la edad que tengas, consumas drogas en mayor o menor medida. También es medianamente probable que no lo consideres así. Y si perteneces a ese grupo de personas que cree que no es un usuario de drogas basta un repaso por tus actividades diarias para demostrar que podrías estar equivocado.
El café de las mañanas, la cerveza del fin de semana, o el Ibuprofeno cuando nos duele alguna parte del cuerpo son sustancias que pertenecen a esta categoría y que si bien pueden ser muy diferentes en sus efectos y consecuencias, tienen algo en común: ocasionan cambios en nuestro cerebro. Cada sustancia en particular puede tener más o menos riesgos, pero prácticamente ninguna está exenta de ellos.
Los seres humanos consumimos drogas desde hace milenios, lo hacemos actualmente y lo seguiremos haciendo y en la mayoría de los casos se podría decir que es una buena idea. Pero fue hasta hace relativamente poco tiempo que podíamos hacerlo libremente, ya que en el siglo pasado las políticas prohibicionistas se generalizaron en casi todos los países. Políticas prohibicionistas caracterizadas por el objetivo de reducir la demanda, criminalizando al usuario y atacando violentamente a la oferta. Actualmente es el enfoque que más abunda a lo largo del mundo, y los costos que conlleva y el fracaso que significó la guerra contra las drogas en las últimas décadas son cada vez más conocidos.
A pesar de que una gran parte de los interesados en la temática de drogas puedan estar de acuerdo en que la prohibición tuvo muchos desaciertos, a menudo surge un argumento y es que el mercado de drogas no se puede abordar desde un enfoque de consumidor racional dado que muchos de los usuarios de drogas son consumidores irracionales, y ello justifica la prohibición.
Se suele creer, entonces, que como los consumidores son irracionales y podrían tomar malas decisiones, el control estatal debería decir presente ya que el autocontrol de las personas llevaría a resultados desastrosos.
Esta es la problemática que Jeffrey Miron explora en el ensayo que constituye el cuarto capítulo del libro “Self-control or state control? You decide”, que está siendo traducido al castellano por la Fundación para la Responsabilidad Intelectual.
¿Justifica la irracionalidad del consumidor la guerra contra las drogas? ¿Será este un caso atípico en el que el control estatal sea necesario para resguardar la salud y seguridad de los ciudadanos?
El autor concentra en su escrito las consecuencias de las políticas prohibicionistas, analizando un gran número de variables y posibles escenarios desde diferentes ópticas e invitando a reflexionar acerca de nuestras libertades que, más vale tarde que nunca, se está dando.